Esta ciudad es fácil de extrañar. A veces, incluso entre sus entrañas me siento nostálgico y con ganas de guardar en el bolsón los trozos de vida, cuando el tiempo ha abrierto el telón, cuando a oscuras entramos tarde y la función ya comenzó.
Es hermoso el camino. Esa luz verde del volcán que abraza San Salvador, por ejemplo. O la sensación de estar a la vuelta de aquella esquina tan conocida, de ese lugar de años y sueños. Es difícil sentirse solo.
Hay razones para creer que esta parcela de mundo es bella. Bella en verdad. Dan ganas de creer...de volver a creer.